El valor del conocimiento campesino en el manejo del suelo
June 9, 2025, Agricultura Noticias

En medio del avance de tecnologías agrícolas, sensores, fertilizantes sintéticos y maquinaria especializada, el conocimiento campesino sobre el manejo del suelo sigue siendo una de las herramientas más efectivas, accesibles y sostenibles para mantener la productividad del campo mexicano. Transmitido de generación en generación, este saber no es improvisado ni anticuado: está basado en observación directa, práctica constante y una relación profunda con la tierra.
La lectura del suelo más allá del laboratorio
En muchas regiones rurales, los campesinos evalúan la salud del suelo a partir de señales como el color, la textura al tacto, el olor tras una lluvia o el comportamiento de ciertas plantas indicadoras. Estas prácticas, aunque no sustituyen a los análisis de laboratorio, ofrecen diagnósticos inmediatos y precisos sobre la condición del terreno.
Por ejemplo, en zonas del Bajío y la Mixteca, es común que los agricultores identifiquen suelos cansados por la falta de lombrices o por el endurecimiento excesivo tras la labranza. También reconocen suelos “enfermos” por el aumento de malezas invasoras o por el estancamiento del agua tras una lluvia moderada.
Prácticas heredadas para conservar fertilidad
La rotación de cultivos, el descanso programado de la tierra (barbecho) y el uso de abonos orgánicos son algunas de las estrategias que los campesinos han usado durante siglos para mantener la fertilidad del suelo sin depender de agroquímicos.
En la Sierra Norte de Puebla, por ejemplo, comunidades indígenas practican el uso de estiércol fermentado y cenizas como correctores del pH en parcelas con acidez natural. En regiones del sur de Veracruz, se siguen utilizando cultivos intercalados que protegen la estructura del suelo y minimizan la erosión.
La importancia de la cobertura vegetal
Muchos productores tradicionales saben que dejar el suelo desnudo lo expone a la erosión, al endurecimiento por el sol y a la pérdida de materia orgánica. Por eso mantienen cobertura vegetal mediante rastrojo, pasto o cultivos asociados.
Esta práctica, aunque simple, es clave para conservar humedad, alimentar la microbiota del suelo y permitir que la lluvia penetre sin arrastrar la capa fértil. En la región mixe de Oaxaca, por ejemplo, los campesinos aseguran que “el suelo siempre debe tener sombra”, una expresión que resume un principio ecológico esencial.
Conocimiento adaptado al clima y al entorno
A diferencia de las soluciones generalizadas, el conocimiento campesino está profundamente adaptado a las condiciones específicas de cada lugar. Esto incluye desde la pendiente del terreno, la orientación del sol, el tipo de vegetación nativa y la frecuencia de lluvias.
En climas secos, se emplean técnicas como la construcción de bordos de piedra o zanjas de infiltración para captar y aprovechar el agua. En zonas húmedas, se recurre al aporque manual para evitar encharcamientos y favorecer el desarrollo radicular.
Transmisión oral y práctica comunitaria
Una de las fortalezas del conocimiento campesino es su forma de transmisión: se aprende en el terreno, observando, preguntando y participando. Este aprendizaje se da en familia, entre vecinos o en asambleas ejidales, y se ajusta continuamente en función de la experiencia y los resultados.
Esta forma de conocimiento vivo permite que los saberes evolucionen sin perder su base. Por ejemplo, al notar la pérdida de vigor en el maíz criollo, algunos productores han cruzado semillas con variedades comerciales pero conservando el manejo tradicional del suelo, logrando buenas cosechas sin degradar su parcela.
Reconocimiento científico y colaboración
En años recientes, diversos centros de investigación y universidades han comenzado a documentar y valorar el conocimiento campesino como parte de estrategias de manejo sostenible. Proyectos participativos han demostrado que combinar técnicas tradicionales con análisis científicos mejora tanto el rendimiento como la salud del suelo.
Organismos como el Colegio de Postgraduados y el INIFAP han trabajado con productores en Guerrero, Chiapas y Tlaxcala para recuperar prácticas tradicionales de abono verde, manejo de terrazas y selección de cultivos según el tipo de suelo.
Desafíos para su continuidad
Uno de los mayores retos es que estas prácticas se ven amenazadas por la migración rural, el envejecimiento de la población campesina y la imposición de modelos agrícolas que ignoran el contexto local. Muchos jóvenes desconocen el valor de estos saberes, y las políticas públicas suelen privilegiar soluciones estandarizadas.
Además, la presión del mercado por aumentar la producción a corto plazo lleva a prácticas que agotan el suelo, como el monocultivo intensivo o el uso excesivo de agroquímicos. Esto puede revertir décadas de cuidado del terreno en apenas unas temporadas.
Revalorizar lo propio para sostener el futuro
El conocimiento campesino sobre el suelo no es una curiosidad del pasado. Es una herramienta vigente que ha permitido a millones de productores trabajar la tierra de forma eficiente, respetuosa y resiliente frente al cambio climático.
Reconocer, documentar y apoyar estas prácticas es una tarea urgente. No se trata de romantizar la tradición, sino de entender que muchas de las soluciones al deterioro de los suelos en México ya existen, y están en manos de quienes han vivido y trabajado sobre ellos durante generaciones.
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