Cómo están rescatando los productores locales el uso del maíz criollo en sus milpas
June 12, 2025, Agricultura Noticias

El maíz criollo es mucho más que un cultivo ancestral en México: es parte de la identidad, la cultura alimentaria y la base económica de miles de familias campesinas. Sin embargo, durante décadas fue desplazado por variedades híbridas e importadas que prometían mayor rendimiento, aunque a costa de la diversidad genética, la autonomía productiva y, muchas veces, la calidad nutricional. Hoy, frente a los desafíos del cambio climático, el agotamiento del suelo y la pérdida de biodiversidad, muchos productores locales están rescatando el uso del maíz criollo en sus milpas.
¿Qué hace distinto al maíz criollo?
Los maíces criollos son aquellos que han sido conservados, seleccionados y mejorados por generaciones de agricultores a través de métodos tradicionales. A diferencia del maíz híbrido comercial, que requiere comprar semilla nueva cada ciclo, el criollo puede conservarse, adaptarse y reproducirse localmente.
Existen cientos de variedades de maíz criollo en México, con diferencias en color, tamaño, textura, sabor y adaptabilidad. Algunos resisten mejor la sequía, otros el exceso de humedad o los suelos pobres. Además, muchos tienen mayor contenido nutricional y un sabor apreciado en mercados locales y nichos especializados.
Razones para volver al maíz criollo
En comunidades de Oaxaca, Puebla, Chiapas, Tlaxcala y Nayarit, los productores han identificado varias razones clave para volver al cultivo de criollos:
- Autonomía: no depender de casas semilleras ni comprar insumos externos cada año.
- Adaptación local: los criollos suelen resistir mejor las condiciones climáticas específicas de la región.
- Mercado: hay una demanda creciente de tortillas, pinoles y tamales elaborados con maíz criollo.
- Identidad cultural: mantener las semillas que usaban sus padres y abuelos tiene un valor simbólico profundo.
Intercambio y conservación de semillas
Una estrategia fundamental en el rescate de criollos es el intercambio comunitario de semillas. En muchas comunidades, se realizan ferias o asambleas donde los agricultores comparten variedades, técnicas y experiencias. Esta práctica no solo mantiene viva la diversidad genética, sino también el conocimiento sobre su manejo.
Además, han surgido bancos comunitarios de semillas que permiten conservar variedades específicas y garantizar su disponibilidad para futuras generaciones. En algunos casos, los productores etiquetan y documentan cada lote, creando catálogos vivos de semillas adaptadas al entorno local.
Adaptación sin agroquímicos
Muchos productores que vuelven al maíz criollo lo hacen como parte de una estrategia más amplia de transición agroecológica. Al tratarse de semillas rústicas, no requieren el mismo paquete de fertilizantes o pesticidas que los híbridos. Esto reduce los costos y disminuye el impacto ambiental.
Combinado con rotación de cultivos, uso de abonos orgánicos y prácticas tradicionales como el sistema milpa (maíz-calabaza-frijol), el criollo permite una agricultura más sustentable y menos dependiente del mercado externo.
Procesamiento y venta local con valor agregado
Otra clave para el rescate del maíz criollo ha sido su transformación en productos con valor agregado. Tortillerías artesanales, panaderías rurales, cocinas tradicionales y cooperativas han empezado a usar maíz nativo para ofrecer productos diferenciados que los consumidores valoran por su sabor, textura y origen.
Esto ha incentivado a los productores a mantener su siembra y cuidar la calidad desde el campo. Incluso hay proyectos que comercializan masa fresca, pinole, tostadas y atoles hechos exclusivamente con maíz criollo, abriendo nuevos canales de venta directa.
El papel de las mujeres y las redes comunitarias
En muchas regiones, son las mujeres quienes lideran el rescate del maíz criollo. Ellas conservan la semilla, seleccionan las mejores mazorcas y mantienen viva la tradición culinaria que da sentido a su cultivo. A través de redes de intercambio, talleres y colectivos, han logrado recuperar variedades casi desaparecidas.
Este trabajo tiene un impacto que va más allá de lo agrícola: fortalece la organización comunitaria, la autonomía alimentaria y el reconocimiento del conocimiento campesino y femenino en el desarrollo rural.
Desafíos persistentes
A pesar del avance, aún existen obstáculos: presión del mercado, pérdida de tierras agrícolas, programas gubernamentales que siguen favoreciendo el uso de híbridos, y escasa inversión en investigación participativa con campesinos.
También falta apoyo institucional para certificar productos hechos con criollos, lo que permitiría a los productores acceder a mejores precios y posicionamiento comercial. En este sentido, el respaldo técnico y político es fundamental para que el maíz criollo sea una opción viable y rentable a largo plazo.
Sembrar futuro con memoria
El rescate del maíz criollo no es solo un acto de nostalgia, sino una estrategia de resiliencia frente a la crisis climática, económica y social que vive el campo mexicano. Volver a sembrar estas semillas es también recuperar control sobre el territorio, los alimentos y la historia colectiva.
Productores locales están demostrando que el maíz criollo tiene futuro si se le da el lugar que merece. Y ese futuro, como siempre, se cultiva desde abajo, desde la tierra y desde quienes han sabido cuidarla generación tras generación.
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