Crisis en los agostaderos: la sequía está vaciando los potreros del norte de México
May 21, 2025, Ganaderia Noticias

Crisis en los agostaderos: la sequía está vaciando los potreros del norte de México
Lo que antes eran potreros verdes, hoy son laderas secas y quebradas. En Chihuahua, Coahuila, Durango, Sonora y Nuevo León, los agostaderos están al borde del colapso. El pasto no brota, los bebederos están vacíos y el ganado flaco camina en círculos buscando agua o sombra. La sequía —más larga y más dura que nunca— está vaciando los campos del norte mexicano. Y no se trata de un fenómeno pasajero: el problema se está volviendo estructural.
¿Qué es un agostadero y por qué importa?
El agostadero es la tierra destinada al pastoreo extensivo de ganado. No es tierra agrícola ni bosque, pero es vital para la ganadería de media y baja escala. Ahí se alimentan los animales entre siembras, ahí se crían, ahí se sostienen miles de familias ganaderas.
El sistema funciona cuando hay lluvia. Pero sin agua, no hay pasto. Y sin pasto, no hay carne, leche ni becerros. Por eso, la sequía prolongada no solo afecta a los rancheros: golpea toda la cadena productiva agropecuaria.
Sequías más largas, más frecuentes
Los datos no mienten. Según el Monitor de Sequía de la CONAGUA, en 2024 más del 80% del norte de México presentó condiciones de sequía severa o extrema. Municipios enteros acumulan más de 18 meses con lluvias por debajo del promedio. Y en muchos casos, ni siquiera hay pronóstico de recuperación a corto plazo.
Esto no es nuevo, pero se está agravando. Cada año llueve menos y el agua se retira más rápido. Aún en las zonas donde caen tormentas, la erosión impide que se retenga en el suelo. Los bordos se secan más pronto, y las norias ya no alcanzan para sostener al hato.
Ganado flaco, pérdidas grandes
En zonas como Ojinaga, Cuencamé o Sabinas, los ganaderos están vendiendo su ganado antes de tiempo. Otros lo malbaratan en mercados locales para evitar que mueran en el potrero. Y quienes intentan aguantar, se enfrentan a altos costos de suplemento alimenticio: pacas de alfalfa a precio elevado, concentrado fuera de alcance y agua en pipas que no siempre llega.
Un becerro que debería valer 10 mil pesos, en estas condiciones apenas se vende en 5 mil. Y el ciclo productivo se rompe: menos crías, menos engorda, menos ingreso. Es un golpe que se sentirá durante años.
El abandono oficial
Muchos productores coinciden en una queja: no hay apoyo real. Los programas de emergencia llegan tarde, si es que llegan. Los seguros ganaderos cubren poco o simplemente no existen para el pequeño productor. Y la CONAGUA, lejos de resolver, limita más cada año el acceso al agua por trámites burocráticos o recortes.
“Antes había pasto hasta octubre. Ahora desde julio ya no hay nada. Y el gobierno solo manda promesas”, dice un productor de Mapimí. Como él, cientos se sienten abandonados. Y muchos están dejando la ganadería tras generaciones dedicadas al campo.
¿Qué se puede hacer frente a esta crisis?
No hay soluciones mágicas, pero sí decisiones urgentes:
- Captación de agua de lluvia: bordos, represas, jagüeyes y almacenamiento techado. Debe ser prioridad en cada rancho.
- Rotación de potreros: evitar el sobrepastoreo que mata la cobertura vegetal y acelera la desertificación.
- Uso de forraje nativo y suplementación estratégica: aprovechar especies resistentes como zacate buffel, nopal forrajero o guajes.
- Acceso a créditos reales: financiamiento accesible para infraestructura básica, como bebederos o cercos móviles.
- Presión a autoridades locales: que los recursos lleguen al campo y no se queden en escritorio.
No es sequía, es abandono
El cambio climático es real. Pero también lo es el olvido institucional. Mientras en las ciudades se discute el medio ambiente como concepto, en el rancho se vive como urgencia. Y los productores lo entienden: si no llueve, se seca todo. Pero también saben que si no hay respaldo, no hay futuro.
En lugar de cambiar ganado por despensas, se necesita infraestructura. En lugar de discursos, se necesita agua. Y en lugar de asistencialismo, se requiere una política ganadera real, con enfoque en resiliencia, conservación del suelo y recuperación productiva.
El campo resiste, pero no aguanta solo
Los agostaderos son parte del alma del norte mexicano. Son paisajes vivos, saberes acumulados, sustento de miles. Dejar que se sequen es dejar que se apague una forma de vida. Y aunque el productor hace lo que puede, sin apoyo el panorama es cada vez más seco, más caro, más incierto.
Si no se actúa pronto, el norte dejará de ser ganadero. Y México perderá mucho más que carne o leche: perderá a quienes saben cuidar la tierra a paso lento, con el tiempo del pasto y la mirada del cielo.
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