El maíz criollo bajo amenaza: cómo los híbridos están desplazando la diversidad rural
May 20, 2025, Agricultura Noticias

El maíz criollo bajo amenaza: cómo los híbridos están desplazando la diversidad rural
En muchos ranchos, ejidos y comunidades del país, sembrar maíz criollo era tradición. No solo por costumbre, sino por sabor, resistencia al clima y adaptación a suelos difíciles. Cada familia tenía su semilla: blanca, azul, rojo oscuro, pintado, bolita. Era parte de la identidad, de la autonomía alimentaria. Pero hoy, cada vez más parcelas que antes sembraban criollo ahora lo hacen con semilla híbrida. ¿Por qué? ¿Qué está pasando en el campo mexicano?
¿Qué es el maíz híbrido y por qué se está imponiendo?
El maíz híbrido es resultado del cruce controlado entre dos líneas de maíz para obtener plantas más homogéneas, con mayor rendimiento y ciclos definidos. No es transgénico, pero sí requiere comprar semilla nueva cada temporada. Los paquetes híbridos, ofrecidos por grandes empresas, prometen más toneladas por hectárea, resistencia a ciertas plagas y facilidad para cosecha mecanizada.
Y en muchos casos lo cumplen… pero con condiciones: uso de fertilizantes químicos, riego constante, control de malezas, compras a crédito. Es decir, rendimiento sí, pero a cambio de inversión y dependencia.
Lo que se pierde cuando se deja de sembrar criollo
Al cambiar el criollo por el híbrido, no solo se cambia de semilla. Se pierde diversidad genética, sabor, resiliencia natural y, en muchos casos, soberanía. El maíz criollo es adaptable: hay variedades que crecen en cerros, en humedad alta, en sequía o con suelos pobres. Algunas aguantan heladas o lluvias tardías. Los híbridos no tienen esa flexibilidad.
Además, el maíz criollo no necesita comprarse cada año. Se guarda, se selecciona, se mejora con el tiempo. Los híbridos no se reproducen con fidelidad. Al siguiente ciclo, dan plantas débiles, desiguales. Es un modelo basado en la compra continua.
Presión comercial y abandono institucional
Muchos productores han sido convencidos —o presionados— para cambiar a híbrido. Desde el crédito, los programas oficiales y hasta los centros de acopio exigen uniformidad. Si no produces “maíz comercial”, te lo pagan más barato. En otros casos, simplemente ya no hay apoyo técnico para mantener el criollo.
Los extensionistas del pasado, que ayudaban a conservar y mejorar semillas locales, ya casi no existen. Hoy la asesoría viene de representantes de empresa que promueven su producto. Y los criollos quedan relegados a las parcelas más pobres, sin asistencia ni mercado.
La falsa promesa de que “el híbrido es progreso”
Se ha vendido la idea de que sembrar híbrido es volverse moderno, productivo, competitivo. Pero muchas veces, el resultado es otro: una cosecha más grande pero que no alcanza a pagar los insumos. Un maíz que rinde, pero que no resiste el temporal. Una variedad que crece bonito, pero no sabe igual ni se conserva igual.
Hay zonas donde los híbridos fracasaron porque la lluvia no alcanzó, porque el fertilizante subió de precio, porque no hubo acceso al crédito a tiempo. Y el criollo, el de siempre, habría aguantado.
Casos en que el híbrido sí funciona
No se trata de satanizar. En zonas con buen riego, acceso a maquinaria y mercados estables, el híbrido puede ser rentable. Para producción de forraje o venta a gran escala, tiene ventajas. Pero el problema es cuando se impone como único modelo, sin opciones ni respeto por la diversidad del campo mexicano.
No todo productor busca toneladas. Algunos quieren calidad, resistencia, sabor, autonomía. Y para ellos, el maíz criollo sigue siendo la mejor opción.
Lo que se necesita para salvar el maíz criollo
1. Bancos comunitarios de semilla: espacios donde se conserve, intercambie y multiplique semilla criolla local, con respaldo técnico.
2. Apoyo institucional real: programas que no solo repartan paquetes tecnológicos, sino que valoren la biodiversidad agrícola.
3. Mercados diferenciados: pagar mejor por maíz criollo en ferias, tortillerías, cooperativas. Que la calidad valga más que el volumen.
4. Formación técnica para selección y mejora: no se trata de volver al pasado, sino de mejorar el criollo con conocimiento y técnica campesina.
Porque no solo es maíz: es territorio, es cultura
El maíz criollo no compite solo por rendimiento. Es historia, cocina, lenguaje, paisaje. Cada grano es resultado de generaciones que observaron, cruzaron, seleccionaron. Perderlo es perder autonomía. Es depender de catálogos, de insumos, de préstamos.
Mientras haya campesinos que guarden su semilla, el maíz criollo seguirá vivo. Pero si se sigue empujando al híbrido como única opción, el riesgo es que muchas variedades desaparezcan para siempre. Y México, país del maíz, perderá no solo cosechas, sino identidad.
El futuro del campo no está en imponer una sola semilla, sino en que cada productor pueda decidir con información, con apoyo, y con opciones reales. Y eso empieza por respetar lo que ya está en la milpa desde hace siglos.
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