El rancho sin jóvenes: el abandono generacional que ya se nota en la producción
May 27, 2025, Ganaderia Noticias

El rancho sin jóvenes: el abandono generacional que ya se nota en la producción
En muchas comunidades rurales del país, las tierras siguen siendo trabajadas, el ganado sigue pastando, los cultivos siguen brotando. Pero hay un detalle que no pasa desapercibido: quienes lo hacen cada vez son más viejos. En ejidos, rancherías y comunidades campesinas, los jóvenes han ido desapareciendo del campo. Algunos se fueron a la ciudad, otros al extranjero, y los menos se quedaron, pero sin querer tomar el relevo. El rancho se está quedando sin juventud. Y eso ya se nota en la producción.
Una cifra que preocupa
Según datos del INEGI y la SADER, la edad promedio del productor agropecuario en México es de 58 años. Menos del 7% de los productores son menores de 35 años. En estados como Zacatecas, Michoacán o Guerrero, hay ejidos enteros donde ya no hay un solo joven trabajando la tierra. La mayoría de quienes están al frente del campo están por jubilarse… pero sin quien tome su lugar.
¿Por qué los jóvenes se van?
Las razones sobran. Algunas son estructurales:
- Falta de rentabilidad: muchos jóvenes ven que el trabajo en el campo da poco, es inestable y depende de factores que no controlan (clima, plagas, mercado).
- Ausencia de apoyos reales: los programas para jóvenes rurales suelen ser burocráticos, limitados o mal enfocados.
- Falta de acceso a tierra y recursos: aunque muchos jóvenes quisieran producir, no tienen tierras propias ni facilidades para acceder a créditos o insumos.
- Estigmas culturales: aún pesa la idea de que quedarse en el campo es “fracasar” o no “salir adelante”.
Además, está el factor emocional: muchos vieron a sus padres o abuelos desgastarse en el campo sin reconocimiento, sin mejoras. No quieren repetir ese destino.
¿Y qué pasa con la producción?
El abandono generacional no es solo un tema social. Ya está afectando la producción:
- Parálisis de innovación: sin jóvenes, hay menos adopción de tecnología, menos interés en nuevos modelos productivos.
- Menor capacidad física: muchos productores mayores ya no pueden sembrar o cuidar el ganado con la intensidad que requiere.
- Reducción de áreas cultivadas: tierras que se dejan sin sembrar por falta de manos jóvenes.
- Desaparición de oficios rurales: herreros, arrieros, sembradores tradicionales que ya no enseñan a nadie.
El campo se está haciendo viejo. Y cuando ese saber desaparezca, no habrá reemplazo.
¿Los programas para jóvenes funcionan?
En teoría, sí. Existen iniciativas como “Jóvenes Construyendo el Futuro” o créditos productivos para nuevos emprendedores rurales. Pero en la práctica, muchas veces no llegan o no están diseñados para las realidades del campo.
Además, muchos jóvenes no quieren solo un curso o un préstamo. Quieren tierra, infraestructura, redes de comercialización, acompañamiento técnico. Quieren que se reconozca su valor, no que se les dé una capacitación genérica sin seguimiento.
Ejemplos que sí funcionan
Pese al panorama, hay experiencias que dan esperanza:
- Colectivos de agroecología en Oaxaca y Puebla, donde jóvenes producen con técnicas tradicionales y venden de forma directa.
- Proyectos familiares en Jalisco, donde hijos han retomado el campo con valor agregado: conservas, productos fermentados, leche pasteurizada en origen.
- Redes de jóvenes ganaderos en el norte, que han mejorado razas y conectado mercados regionales sin intermediarios.
Estos casos tienen algo en común: el joven no está solo. Tiene acompañamiento, acceso a tierra, tecnología y, sobre todo, una visión distinta del campo. No como castigo, sino como oportunidad.
¿Qué hace falta para que el joven se quede?
1. Acceso real a tierra: heredar, rentar o comprar debe ser viable y seguro para el joven.
2. Financiamiento ágil y no burocrático: créditos con tasas justas y sin requisitos absurdos.
3. Infraestructura digital y física: caminos, señal, centros de acopio y mercados regionales.
4. Educación técnica adaptada: que las escuelas rurales enseñen lo que se necesita en el campo, no solo teoría urbana.
5. Respeto al saber campesino: que el joven no tenga que “modernizarse” negando sus raíces, sino mejorar a partir de ellas.
El campo con jóvenes vive. Sin ellos, se apaga
El campo mexicano no se sostiene solo con maíz, ganado o agua. Se sostiene con personas. Y si los jóvenes no vuelven, muchas regiones quedarán vacías de producción, de cultura y de futuro.
No se trata de obligarlos a quedarse. Se trata de hacer que valga la pena. Que ser productor no sea sinónimo de pobreza, que quedarse en el rancho no sea resignación, sino elección. Y eso no lo cambia un programa: lo cambia una política real que vea al joven no como becario, sino como heredero legítimo de la tierra.
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