Producir en el campo mexicano sin apoyo: lo que no se dice desde la ciudad
May 18, 2025, Agricultura Noticias

Cuando sembrar es un acto de fe, no de política
Desde la ciudad se habla bonito del campo. Que si somos el alma de México, que si sin campesinos no hay país, que si la milpa es cultura. Pero la realidad, allá en la tierra, es otra. El que produce sin subsidio, sin crédito, sin maquinaria, sin carretera pavimentada, sabe que cada surco se saca con sudor… y sin ayuda. Se siembra porque no queda de otra, porque de ahí se vive, no porque el gobierno lo haga fácil.
La falsa idea del “apoyo al campo”
En cada campaña política se habla de programas, precios de garantía, créditos baratos, pero en el día a día, eso no llega como debería. Muchos productores ni siquiera están registrados, otros no califican porque tienen más de media hectárea, y otros reciben tarde, mal o nunca.
El apoyo que sí llega es el propio: el del vecino que presta un bulto, el hijo que manda unos pesos desde Estados Unidos, la esposa que vende tamales para comprar semilla. Eso no lo cuentan los informes, pero es lo que de verdad mantiene viva la producción rural.
¿Y las instituciones? Bien, gracias
Para conseguir un permiso, registrar una parcela, solicitar un crédito o pedir una extensión agrícola, hay que hacer filas, ir varias veces, llevar papeles que uno ni tiene, y muchas veces, recibir un “regrese luego”. ¿Cuántos pequeños productores tienen internet para hacer trámites en línea? ¿Cuántos saben leer documentos técnicos?
Se diseñan programas desde la capital, pero no se bajan bien a las comunidades. Y mientras tanto, el campesino sigue sembrando con lo que tiene, como puede, sin esperar gran cosa más que lluvia a tiempo.
Cuando producir es sobrevivir
Muchos no siembran por negocio. Siembran para no comprar todo en la tienda. Para tener tortilla, frijol, quelite. Para darles de comer a los animales. Para no perder la costumbre. Y aún así, hay que comprar semilla, diésel, herramienta, plásticos, hilo, bultos. Cada año sube todo, menos lo que se paga por la cosecha.
Los intermediarios siguen ganando más que el que siembra. El maíz se compra barato en la comunidad y se vende caro en la ciudad. El jitomate se tira si hay sobreproducción, pero nunca baja el precio en el supermercado. Y nadie regula eso.
La voz que no se escucha
Desde el escritorio se decide qué cultivar, cuándo sembrar y a quién apoyar. Pero pocas veces se le pregunta al que está en el surco qué necesita. ¿Asistencia técnica real? ¿Canales de comercialización directos? ¿Maquinaria compartida? Nada de eso llega si no hay organización, si no hay voz colectiva. Y aún así, muchos siguen sembrando solos.
No todo es pesimismo: el campo resiste
A pesar de todo, el campo no se rinde. Hay productores que rotan cultivos sin que nadie se los enseñe. Que hacen su propio abono, que cuidan sus semillas criollas, que comparten saberes con otros sin cobrar. Esos no salen en los reportes, pero son los que mantienen la tierra viva.
Lo que se necesita no es que les den todo. Es que no los abandonen. Que al menos no les pongan trabas. Que no llegue la ayuda cuando ya pasó la siembra. Que se respete su tiempo, su experiencia, su forma de hacer las cosas.
Desde la ciudad es fácil opinar
Muchos hablan de soberanía alimentaria sin saber lo que es perder una cosecha por falta de lluvia. Hablan de agroecología sin haber levantado una pala. Hablan de campesinos como si fueran una categoría exótica, no como ciudadanos que también pagan, también votan, también sostienen al país.
Producir sin apoyo no debería ser la regla. Pero en México, lo es. Y mientras no cambie eso, lo único que quedará es seguir resistiendo desde la tierra, con las manos agrietadas y la dignidad intacta.
Boletín
Suscríbete ahora y sé parte de la transformación del campo mexicano.